¿QUÉ ES EL HOMBRE?
Para dar respuesta a esta pregunta es necesario buscar la solución en el
libro de Dios, la Biblia. Solo el Creador del hombre, Dios, es capaz de darnos
la respuesta precisa, y es en su Palabra donde nos ha revelado los mecanismos
que él utilizó para la creación de esta “maquinaria” psicofísica llamada
hombre. Para esto, partamos desde el principio.
El hombre es la criatura mas elevada del universo después de los seres
angelicales. Él fue constituido en la corona de la creación. Dios concluyó
todas sus obras con la creación del hombre. Génesis 1:26-27 y 2:27 nos dan la
clave de la creación del hombre. Veamos lo que la Palabra dice:
“Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra
semejanza....” (1:26)
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo
creó...” (1:27)
“Entonces Jehová formó al hombre del polvo de la tierra,
y sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente” (2:27).
En Génesis 1:26, se establece el patrón o modelo que Dios tomaría para crear al
hombre: “conforme a su imagen y semejanza”. La pregunta que surge
aquí es: ¿qué debemos entender por la frase “imagen y semejanza”? Tenemos que
descartar que el aspecto físico o corporal del hombre tiene que ver con esto.
Dios no tiene forma, Él es espíritu. Tenemos, entonces, que analizar el aspecto
espiritual y ver que área de ese aspecto es el que toma Dios para asemejarlo a
él. Creo que Pablo nos da la clave para entenderlo. Hablándole a los Efesios
sobre la nueva creación y la restauración de la imagen de Dios en el hombre
convertido dice: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús
para buenas obras...” (Efeesios 2:10) “y vestíos del nuevo
hombre creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios
4:23-24). O sea, cuando Dios crea al hombre le confiere cualidades de carácter
espiritual que no son inherentes al cuerpo, sino al espíritu. Esa “justicia”,
esa “santidad” y esa “verdad” fueron las que el pecado desfiguró y afectó, pero
todo es restaurado en Cristo Jesús, en el acto de la conversión. Dios colocó la
imagen de su justicia, santidad y verdad en ese ser que estaba creando, llamado
Hombre.
En Génesis 2:27 se nos enseñan dos aspectos involucrados en el acto de
creación del hombre:
1º. Que Dios toma como
materia prima para la creación física del hombre, el polvo (hebreo: AFAR) de la
tierra del cual hace al hombre.
“Polvo eres...y al polvo volverás” (Génesis 3:19).
“Tus manos me hicieron y me formaron ¿y luego te vuelves
y me deshaces? Acuérdate que como a barro me diste forma y ¿en polvo me has de
volver? (Job 10:8-12). Ver también Eclsiastés 3:20; 12:7.
El cuerpo se constituye en lo que Pablo llama “el hombre exterior” (Romanos
7:22; 2 Corintios 4:16).
2º. Dios creó el
“hombre interior”, su parte espiritual: “Sopló en su nariz aliento de
vida” (hebreo: NISHAMA). Esta es la palabra que en el original hebreo
se utiliza para designar la parte espiritual del hombre. Es lo que constituye
el Yo, el Ser interior. Un estudio y empleo de esta palabra en el A. T. nos
muestra lo siguiente sobre el NISHAMA:
- Proviene
de Dios (Gén. 2:7).
- Es poseído
por el hombre y como tal es parte integral de él (Job 32:8a).
- Tiene la
capacidad exclusiva de comunicarse con Dios (Proverbios 20:27).
- Tiene la
capacidad exclusiva de adorar a Dios (Salmo 150:6).
- Dios tiene la
capacidad exclusiva de darla o quitarla (Daniel 5:23).
Es necesario notar que la Biblia no dice que colocó ESPÍRITU (hebreo:
RUAH), ni ALMA (hebreo: NEFESH); sino que después de soplar el NISHAMA es que
el hombre se convierte en un ser viviente.
3º. El hombre
entra en un estado de conciencia, inmediatamente cuando Dios sopla en él
“aliento de vida” (NISHAMA). Es, entonces, que toda la función síquica entra en
acción y lo capacita para vivir su vida síquica. Este acto es constante y
dinámico, y ejerce una influencia grande y permanente en lo fenómenos síquicos
actuales. Fue después que Dios sopló “nishama” (aliento de vida) que el hombre
entró en su estado de perfecta conciencia.
Este estado de conciencia capacitó al hombre:
- Para darse
cuenta de su existencia.
- Para darse
cuenta de su identidad.
- Para darse
cuenta de su diferencia e independencia.
- Para darse
cuenta de su relación con el medio.
- Para darse
cuenta de los detalles.
- Realizar
clasificación de las cosas: forma, sexo, movimiento, color, tamaño,
factores en común, diferencias, naturaleza, etc.
- Diferenciar
funciones y adaptaciones.
- Para hacer la
diferencia cualitativa y cuantitativa de las cosas.
- Supeditar
todas las cosas bajo su control y dominio.
- Dar
soluciones a las problemáticas planteadas.
Toda la realidad exterior estaba acondicionada para surtir lo que se llama
fenómenos psíquicos en el hombre. El estado de conciencia de los objetos o
realidades tangibles y físicas, todas las impresiones del medio, produce en el
hombre una reacción o afectación en él, que hace que éste corresponda de una
forma normal a las exigencias del medio, siendo esto el comienzo de todas sus
capacidades personales.
La mente, con su capacidad inteligente para pensar, conocer, razonar,
enjuiciar, memorizar, discernir, etc., se puso en acción. Su capacidad
analítica, al desentrañar el medio, lo puso a su servicio, adquiriendo de esta
forma una cosmovisión personal del mundo que lo rodeaba.
Todas sus capacidades personales, no solamente respondían al mundo
material, sino que respondían de una forma natural al mundo espiritual: su
capacidad de comunión y comunicación con Dios se hacen evidentes en el trato
personal de ambos. Toda la estructura psicosomática del hombre fue creada para
que respondiera a su necesidad espiritual, teniendo en Dios el objeto máximo de
su satisfacción y felicidad.
La descripción sicológica que hace el Antiguo Testamento acerca del hombre,
se desprende de la constitución bipartita de este: lo material y lo espiritual.
En el Antiguo Testamento hay dos palabras hebreas para describir el aspecto
físico del hombre: AFAR = POLVO y BASAR = CARNE. En el hebreo no existe una
palabra para designar al cuerpo como tal; el hombre es carne. El acto del soplo
divino completó el SER INTEGRAL del hombre convirtiéndolo en una unidad
compuesta. El Nuevo Testamento, para referirse a la parte física del hombre,
utiliza dos palabras: SOMA = CUERPO y SARX = CARNE.
Con relación al aspecto espiritual del hombre, el A.T. utiliza tres
palabras para designar al “hombre interior”: NISHAMA, RUAH y NEFESH. En el
idioma griego, para designar “el hombre interior”, utiliza dos palabras:
NEUMATOS = ESPÍRITU y PSIQUE = ALMA. Las palabras "pneumatos" y
"rua" son utilizadas pasa designar también, tanto en el AT como el
NT, al viento y para designar el principio vital del hombre. Con estas dos
palabras también se describe la espiritualidad de Dios y la espiritualidad del
hombre.
En el proceso de revelación y aún desde muy al principio, se comienza a
definir de una manera más clara que, aunque el hombre se convierte en un NEFESH
(alma) cuando el NISHAMA viene a él, (Génesis 7:7; Job 32:8); sin embargo, el
hombre es visto como poseyendo un alma espiritual. Vemos, pues, que la Biblia
nos describe al hombre como un “alma viviente”, pero a la vez como poseyendo
“un alma” espiritual. Si no se tiene en cuenta este aspecto podemos cometer el
error de confundir al hombre con una bestia al despojarlo del elemento que lo
dignifica y lo eleva sobre las criaturas irracionales.
A ese NEFESH se nos revela en la Biblia como poseedor de todos los
atributos personales como intelecto, conocimiento, afectos, voluntad propia. Es
un ente que “está dentro de mí” (Salmo 42:11) y que a la hora de “partir”
(Génesis 35:18) “sale”. Tanto la palabra RUAH = espíritu, con todas sus
características personales que se le aplican al NEFESH = alma, se utilizan
alternativamente, para determinar la parte espiritual de la personalidad y
nunca se confunde con BASAR = carne.
En el Nuevo Testamento, la parte espiritual del SER, es llamada por Pablo
“el hombre interior” (Romanos 7:22; 2 Corintios 4:16; Efesios 3:16), a
diferencia del “hombre exterior” (el cuerpo) con sus manifestaciones visibles.
Ese “hombre interior” es el YO de la Psicología; es el SER de Pablo
(1Tesalonicenses 5:23). Pablo nos enseña que ese “hombre interior” está
compuesto por dos elementos substancialmente espirituales, llamado PSIQUE =
ALMA y NEUMATOS = ESPÍRITU. Tanto a uno como al otro se le atribuyen todas las
cualidades de la personalidad: intelecto, afectividad y voluntad. El espíritu
del hombre es lo que hace posible que éste pueda ponerse en contacto con el
Espíritu de Dios, y el alma es lo que a través del cuerpo, pero sin confundirse
con él, se pone en contacto con el mundo físico. (Hebreos 4:12; 1
Tesalonicenses 5:23). Cuando la persona muere, se dice que “dio el espíritu”
(Juan 19:30; Hechos 7:59; Lucas 23:43), por lo que “El cuerpo sin el espíritu
está muerto” (Santiago 2:26). Aunque lo dividimos para estudiarlo, sin embargo,
al ser una unidad compuesta integrada, el alma y el espíritu se funden, pero no
se confunden, como el alma y el cuerpo se funden, pero no se confunden, por lo
cual son indivisibles sustancialmente. La Biblia presenta a la muerte como la
separación ocasional y transitoria del “hombre interior” (alma y espíritu) del
“hombre exterior” (el cuerpo). En el día de la resurrección de los justos, el
cuerpo será levantado incorruptible, para reunirse y unirse al resto de su
personalidad, su espíritu y alma.
Hemos dicho que el asiento de todas las características personales es la
parte espiritual del hombre, en su alma y en su espíritu. Solo viéndolo desde
esa perspectiva, la perspectiva de Dios, es que podemos llegar a entender algo
de la complejidad de la naturaleza de la personalidad humana; de lo contrario,
nos perdemos en un laberinto sin salida, en la más densa de las confusiones y
contradicciones sin poder aportar soluciones efectivas a los problemas que se
le presentan al ser humano.
4º. Todo lo
anterior nos enseña que, en la intervención de la creación del hombre, Dios
utilizó dos elementos: el elemento material sacado del polvo de la tierra, y el
elemento espiritual que provino directamente de Dios.
Veamos el siguiente
cuadro:
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